Sobre el libro ilustrado (II) 15/04/2018
La ilustración en el libro español en los albores de la imprenta
A lo largo de la Edad Media, la mayoría de los libros se elaboraban en pergamino. Sin embargo, la llegada de una novedad originaria de China revolucionaría el mundo del libro: el papel. Se desconoce cuándo llegó a Europa: una teoría postula que los cruzados trajeron de Palestina el secreto de su fabricación. Hay constancia de la existencia de un molino papelero en Xátiva en 1150. En Italia hay documentación que atestigua su existencia en 1145. A Alemania llegó en 1320, y a las islas británicas en 1494. Los primeros libros se hacían mediante la técnica de la xilografía.
La xilografía no aparece en Europa hasta aproximadamente 1430. Los primeros libros impresos con esta técnica se hacen en Alemania. La Biblia Pauperum («Biblia de los pobres») es quizá el primer libro xilográfico europeo. Otros volúmenes importantes fueron el Speculum Humanae Salvationis, o el Ars Moriendi de Donato. El libro xilográfico rara vez superaba las 50 páginas. La xilografía es una técnica de impresión con plancha de madera. El texto o la imagen se talla a mano con una gubia o buril en la madera. Se utiliza habitualmente una sola matriz (llamada también taco) para cada página. A continuación se impregna con tinta y presionándola contra un soporte (el papel) se obtiene la impresión del relieve. A mediados del siglo XV, con la aparición de la calcografía, esta técnica fue en gran medida abandonada.
En un principio, hasta mediados del siglo XVI, el libro impreso convivió con el manuscrito y se observa cierta continuidad con el siglo anterior; no obstante, las obras fueron adquiriendo características que las diferenciaban de los incunables: los formatos eran más pequeños, la encuadernación y la decoración poseían un marchamo renacentista, proliferó un mayor empleo de la portada, se dio preferencia por la letra romana en vez de la gótica y, finalmente, se impuso poco a poco el empleo de la calcografía en lugar de la xilografía en las ilustraciones. Los talleres de impresión dejaron de ser itinerantes y se establecieron en ciudades como talleres fijos. En la segunda mitad del siglo XVI el libro manuscrito desaparece casi definitivamente.
Buena parte de los primeros talleres españoles estaba a cargo de impresores alemanes y flamencos. Quizá un factor que influyó en la decadencia del libro ilustrado español a partir de mediados del siglo XVI se debe a la paulatina desaparición de estos impresores, sustituidos en muchos casos por talleres dirigidos por artesanos peninsulares.
Gran parte del libro ilustrado de los siglos XV-XVI es de temática religiosa. Y precisamente una de las obras cumbres de la imprenta en España es la Biblia Políglota Complutense, impulsada por el Cardenal Jiménez de Cisneros. Concebida en 1502, se publicó finalmente en 1520. Consta de seis volúmenes, con una tirada inicial de 600 ejemplares (una cifra nada desdeñable para una obra de estas características). Como dato curioso, el tipo de letra creado para la Complutense por Arnao Guillén de Brocar fue considerado como la cima del desarrollo tipográfico de la edición primitiva, antes de que el manuscrito de Aldo Manucio sobre tipografía dominara el mercado de la impresión durante los siguientes dos siglos.

Primera página de la Biblia Políglota Complutense con escudo del cardenal Cisneros.
Ficciones
Por descontado, no todos los libros impresos en el Renacimiento español, ilustrados parcialmente o de forma exhaustiva, pertenecen al terreno de lo religioso. Géneros novelísticos que contaban con el favor del público tuvieron numerosas ediciones en la época: destacan los célebres libros de caballerías —cuya popularidad fue enorme hasta finales del siglo XVI—, donde hallamos el ejemplo paradigmático del Amadís de Gaula. Otra ficción novelesca de gran éxito fue la llamada novela sentimental —para simplificar, una traslación en prosa narrativa de ciertos postulados del amor cortés. Quizá la novela más célebre de esta moda —arrinconada posteriormente por la novela pastoril y la novela bizantina, entre otras formas de narración novelesca— fue la Cárcel de amor de Diego de San Pedro.

Amadís de Gaula. Portada de la edición de Sevilla, 1526.

Cárcel de amor de Diego de San Pedro. Impresión de 1493 en los talleres de Rosenbach.

Ilustración de la célebre obra de Boccaccio Mujeres ilustres, en Zaragoza, 1494, por Pablo Hurus
Ciencia
La divulgación del libro a través de la imprenta supuso un enorme avance en cuanto al conocimiento científico. Las obras eran variopintas: manuales de navegación, de medicina, botánica, agricultura, sastrería, del arte culinario… La lista es impresionante en cuanto a la variedad de temas. Naturalmente, muchos de estos volúmenes contaban con numerosas ilustraciones que acompañaban y explicaban el texto.

Llibre de consolat tractant del fets maritims, impreso por Rosenbach en Barcelona, 1502.

La lámina pertenece a uno de los primeros libros de medicina impresos en España: Epílogo en medicina y cirugía, salido de las prensas de Juan de Burgos en 1495.
Viajes y descubrimientos
Recordemos que la aparición de la imprenta coincide con la época de los descubrimientos. Y el público lector se mostraba ávido por conocer cómo eran esas tierras ignotas de las que exploradores y viajeros hablaban. Este interés se plasmó en numerosas obras que describían aquellos novedosos parajes. En España, como es natural, proliferaron los libros que narraban la conquista de América; a estos volúmenes que historiaban las hazañas de los conquistadores siguieron los que detallaban las características del Nuevo Mundo. No es ocioso comparar esta moda con algo que ocurriría cinco siglos más tarde: uno de los primitivos géneros cinematográficos fue el de las “vistas”. Los operadores de los Lumière, por ejemplo, recorrían el mundo para ofrecer a los primeros espectadores del cine imágenes de lugares recónditos y “exóticos”, lugares que el espectador corriente difícilmente llegaría a vislumbrar de otra manera. Un fenómeno similar ocurrió a finales del siglo XV y durante el XVI mediante los libros ilustrados.

Los lectores de la época denominaron a este búfalo “vaca corcovada”. Una de las ilustraciones que aparecen en la Primera y segunda parte de la Historia General de las Indias… con la Conquista de México y la Nueva España, volumen impreso en 1553 en Medina del Campo por Vicente de Millis.