El desván (Saki)
Ilustrado por Eduardo Ortíz
Traducción Juan Gorostidi
En el último párrafo de El desván leemos: En cuanto a Nicholas, él también estaba silencioso; absorto como quien tiene mucho en qué pensar; de alguna manera se nos da aquí la pista de cómo se ha desarrollado el relato y de cómo ha sido posible el triunfo del niño: los adultos creen, saben y sospechan; los niños piensan. En efecto, la autoritaria tía de Nicholas cree (erróneamente) que este miente cuando se niega a tomar su desayuno porque hay «una rana dentro». La mujer es incapaz de imaginar que ha sido el propio Nicholas quien ha metido allí la rana; ella tiene la certeza (errónea) de que Nicholas arde en deseos de participar en la excursión playera, y, por último (y es su última y definitiva equivocación), sospecha que Nicholas ansía entrar en el jardín de las grosellas. Por el contrario, Nicholas piensa en cómo entrar en el desván, ese espacio prohibido que es lo que más le atrae de toda la casa, y logrará hacerlo. La victoria de la «razón» y de la imaginación infantiles frente al prejuicio y las convicciones de los adultos.
Saki
«Apague ese maldito cigarrillo». Estas fueron las últimas palabras de Saki: Put out that bloody cigarette. Y no es que el escritor compartiera la moderna aversión al tabaco. En 1916, en una trinchera del frente de Francia, cualquier luz nocturna era un indicio para un francotirador. Saki fue alcanzado poco después de proferir esa orden. La carrera literaria de Saki se concentra en unos pocos años. Desde que se instala en Londres en 1908, tras un periodo de seis años como corresponsal en Rusia, Polonia y París, hasta el comienzo de la guerra en 1914. En ese tiempo escribió la mayor parte de los relatos que le han dado justa fama, publicó las novelas El insoportable Bassington y When William Came y compuso tres breves piezas teatrales. Buena parte de sus relatos –inéditos o editados en revistas y periódicos— se publicaron en forma de libro póstumamente. Nacido en Birmania como Hector Hugh Munro, su sobrenombre literario Saki es un pequeño enigma digno de un autor aficionado al misterio: no sabemos aún si su nombre de adopción procede de un copero que aparece en los célebres Rubaiyat de Omar Khayyam o si es una referencia a un simio que vive en las selvas ecuatorianas americanas, el Pithecia o Saki. Sospechamos que el autor disfrutaría con la divertida paradoja. Quizá uno de los mejores resúmenes del calado de la obra de Saki se halla en el juicio de un autor contemporáneo, Will Self: «Los relatos de Saki son especialmente importantes para cualquier sociedad que confunda las convenciones con la moral, y todas las sociedades confunden las convenciones con la moral. Por ello, siempre será un escritor de referencia».
Eduardo Ortíz
Eduardo Ortiz no nació en Madrid, donde siempre ha vivido. No llega a los cuarenta años, pero está a punto de cumplirlos. No es hijo único, sino el octavo pasajero de una numerosa familia. Pese a los denodados esfuerzos de sus mayores, de pequeño no leía libros, sino montañas de tebeos, que dejarían huella en su futuro camino. No estudió nada que le fuera de utilidad. Eduardo nunca lleva zapatos ni corbata, no sabe bailar, no habla en el cine y no tira papeles al suelo. Sus amigos dicen de él que es un tipo negativo. Él lo niega.
Web: www.eduardo-ortiz.com
Iban a llevar a los niños, como un lujo especial, a los arenales de Jagborough. Nicholas no formaría parte de la expedición: estaba castigado. Esa misma mañana se había negado a comer sus saludables gachas con la aparentemente frívola excusa de que tenían una rana dentro.
Personas más juiciosas, mejores y de mayor edad le habían dicho que no había ninguna posibilidad de que hubiera una rana en sus gachas y que no dijera disparates; sin embargo, él continuó hablando de lo que parecía un disparate mayúsculo, y describió con lujo de detalles la coloración y rasgos distintivos de la presunta rana. El lado dramático del incidente fue que realmente había una rana en su cuenco de gachas: él mismo la había puesto allí, por lo que se sentía autorizado a saber algo acerca del asunto. El pecado de coger una rana del jardín y colocarla en un saludable cuenco de gachas fue agrandado con gran detenimiento, pero el hecho que quedó más claro de todo el asunto, tal y como se le planteaba a la mente de Nicholas…
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