Gaspar Ruiz (Joseph Conrad, 1906)
Ilustrado por Inma Serrano
Traducción Juan Gorostidi
Gaspar Ruiz posee varios elementos en común con otras obras del autor. Gaspar, al igual que Lord Jim, Nostromo y los dos oficiales franceses de El duelo, tiene una deuda de honor que reparar y necesita una segunda oportunidad. No es casual que en obras mayores como Lord Jim y Nostromo los protagonistas hallen un final trágico tras haberse redimido. Un crítico inglés, C. W. Bowra, definió así algo tan inasible como la épica: «la búsqueda de la restitución del honor perdido». Tal definición no solo se ajusta a las obras épicas de la antigüedad y a los Cantares de Gesta medievales: también está presente en estos personajes conradianos. Sin embargo, alguien como Jim “era uno de los nuestros”. En cambio, Gaspar es un personaje obsesivo al que no le importa quebrantar el férreo código moral que el autor impone a sus héroes; y Conrad, sobre todo, aborrece el exceso: de ahí su condena a los protagonistas de El agente secreto o Bajo la mirada de Occidente, anarquistas que no dudan en arriesgar sus vidas y provocar catástrofes si con ello consiguen sus fines, o al Kurtz de El corazón de las tinieblas, un idealista que terminará asumiendo el salvajismo que en principio deseaba erradicar.
Y como en las mejores obras del escritor, Gaspar Ruiz es también una emocionante narración aventurera llena de peripecias que no excluyen las abundantes reflexiones morales con que el autor salpicaba sus historias. En este sentido, el general Santierra, quien nos cuenta el relato, es una suerte de Marlow, el narrador de El corazón de las tinieblas y de Lord Jim, y que es, a la postre, un trasunto del propio Conrad. Por último, Gaspar Ruiz posee uno de los mejores retratos femeninos elaborados por el autor, a quien se le ha achacado en exceso su escasa pericia a la hora de presentar mujeres de carne y hueso, o, como decía Stephen Dedalus de los personajes femeninos de Shakespeare, «sus mujeres son las mujeres de un muchacho». En esta obra, sin embargo, Conrad consiguió el inolvidable retrato de una mujer que solo ansía venganza y que hallará en Gaspar Ruiz, el buen salvaje que desea recuperar su honor dañado, su complemento perfecto.
Joseph Conrad (1857-1924)
Durante sus primeros años Joseph Conrad llevaría una vida tan azarosa como algunos de sus personajes literarios. Nacido en Berdyczew (hoy Ucrania; en vida de Conrad pertenecía a la Polonia ocupada por el imperio ruso) como Józef Teodor Nalecz-Korzeniowski, quedó huérfano a los doce años. Criado por su tío Taddeus, a los diecisiete años abandona Polonia y se embarca como marinero en Marsella en el buque Mont Blanc. A partir de aquí y hasta su ingreso en la marina mercante británica, la existencia de Conrad está envuelta en cierto misterio que él nunca se preocuparía en desvelar. Según parece, apoyó la causa del legitimismo bonapartista, se dedicó al contrabando de armas durante la tercera guerra carlista y, arruinado, perdió el dinero que le quedaba intentando hacer saltar la banca en Montecarlo. No lo consiguió, claro. Esa noche intentó suicidarse disparándose en el corazón. Falló. El fiel tío Taddeus le recogió de nuevo y en 1878 consiguió que se le aceptara como tripulante de barcos de cabotaje en Lowestof y Newcastle. Aquí comenzó su aprendizaje de la lengua inglesa. Tras obtener la nacionalidad británica pudo presentarse a los exámenes de aptitud exigidos a la oficialidad naval. De sus años en el mar Conrad obtendría buena parte del material que conformaría la sustancia de su obra narrativa. En 1894 publicó su primera novela, La locura de Almayer. En parte debido a su mala salud y en parte a su ambición de convertirse en escritor, Conrad abandonó la marina y se estableció definitivamente en Inglaterra. Tras los avatares de su juventud y su experiencia en el mar, el escritor se adaptó con sorprendente facilidad a una ordenada y tranquila existencia en la campiña inglesa.
Inma Serrano (Sevilla, 1973)

Dibujo todos los días de forma casi compulsiva. Y lo hago en un cuaderno. En mi vida diaria me dedico a la enseñanza del Dibujo. Soy profesora en un Instituto de Educación Secundaria. Esta es quizás la explicación del porqué llevo siempre un cuaderno en mi bolso. Es él quien me reconcilia con el mundo. En sus páginas dejo huella de todo lo que quiero que permanezca conmigo: cosas que me pasan, personas que he conocido, lugares en los que he estado, historias de la gente de la calle… He descubierto que nada en el mundo me hace más feliz que dibujar la vida que me rodea. Tengo mucha suerte de que estos diarios gráficos me hayan permitido conocer lugares en los que no habría estado de otra manera: exponer mis dibujos en Italia y Francia, por ejemplo; viajar hasta Sudamérica o Asia y compartir con mucha gente mi pasión por dibujar. Tengo muchísima suerte de que algunos de estos reportajes gráficos hayan aparecido ilustrando páginas de libros y artículos en prensa escrita en periódicos y revistas, o que incluso hayan formado parte de los créditos en el cine documental. De esta forma, las historias que dibujo ya no son solo mías, ahora son de mucha más gente. Gaspar Ruiz es el primer libro completo que he ilustrado, una joya de Joseph Conrad para la editorial Yacaré que espero os atrape tanto como a mí.
Web: http://inmaserrano.es
Prólogo
El buen salvaje y la arpía
Sleep after toyle, port after stormie seas,
Ease after warre, death after life, does greatly please. [1]
Edmund Spencer, The Fairie Queene
Gaspar Ruiz es una de las dos obras de Joseph Conrad ambientadas en Hispanoamérica. La otra, por supuesto, es su monumental novela Nostromo. Según el autor, en el prólogo de A Set of Six, «el relato y la novela no tienen nada en común: ni el tono, ni la intención y menos aún el estilo». Quizá un escritor no sea el mejor juez de su obra. Gaspar Ruiz no solo comparte con Nostromo su localización geográfica: los personajes protagonistas de ambas obras poseen ciertas características comunes: la tozudez, la inocencia, el ansia de libertad y una casi total incomprensión acerca de un mundo cambiante.
En efecto, Gaspar es, en cierto modo, un «buen salvaje». Los motivos de sus acciones son claros desde el principio: al considerar que ha sido tratado injustamente, decide recuperar el honor perdido. Algo que caracteriza toda obra épica de la literatura universal: el honor ultrajado de Menelao provoca la guerra de Troya, y por ende, la Odisea. ¿No combate El Cid para granjearse de nuevo el favor de su rey y conseguir rehabilitarse? ¿No es la venganza de Brunilda en Los Nibelungos una forma de obtener de nuevo ese honor arrebatado? Sin embargo, Gaspar es demasiado simple para pensar en esos términos, y el narrador del relato, el general Santierra, soslaya este aspecto.
A menudo se ha escrito, con cierta ligereza, que el punto débil de Conrad son sus retratos femeninos. Esto es cierto en las compañeras de los protagonistas de Lord Jim y Victoria; incluso la prometida de Kurtz en El corazón de las tinieblas queda algo desdibujada —aunque ella y Marlow protagonicen la espléndida escena final que cierra la novela. Esto no ocurre en Gaspar Ruiz. Conrad hace de la muchacha partidaria del bando realista un retrato completo en una narración relativamente breve: implacable pero con rasgos de ternura, vengativa pero capaz de entregar a su hijita a un enemigo en el que confía, manipuladora pero al final enamorada, fuerte pero necesitada de la ayuda de un hombre poderoso… Pocas veces nos ha dado el autor un perfil tan complejo de una mujer. Naturalmente, la descripción que de ella nos hace Santierra adolece de un exceso de misoginia: una misoginia que posiblemente compartía el propio Conrad.
Gaspar Ruiz no es solo, como suele ser habitual en Conrad, un cuento moral: es también una magnífica novela de aventuras donde la acción y las peripecias se suceden a un ritmo vertiginoso. Quizá el autor, tras Lord Jim, The End of the Tether y Nostromo, hubiera querido adentrarse en un relato más ligero, carente de digresiones y que poseyera un ritmo más vivaz que el de las novelas mencionadas. Quizá. Pero no hay nada «ligero» en esta novelita. El lector puede disfrutar del relato aventurero a la vez que reflexiona, junto con el autor, sobre unas vidas marcadas por la tragedia.
Una breve nota sobre la traducción. El inglés de Conrad, como se sabe, es peculiar. Se ha intentado, dentro de lo posible, respetar su gusto por los arcaísmos y su empleo de una sintaxis bastante alambicada. Javier Marías describió acertadamente las características de la prosa de Conrad:
«No cabe duda de que la prosa de este polaco de origen -que no aprendió la lengua en que escribía hasta los veinte años- es una de las más precisas, elaboradas y perfectas de la literatura inglesa. Sin embargo, al mismo tiempo, es de lo menos inglés que conozco. Su serpenteante sintaxis no tiene apenas precedentes en ese idioma, y, unida a la meticulosa elección de los términos -en muchos casos arcaísmos, palabras o expresiones en desuso, variaciones dialectales, y a veces acuñaciones propias-, convierte el inglés de Conrad en una lengua extraña, densa y transparente a la vez, impostada y fantasmal. Uno de sus rasgos más característicos consiste en utilizar las palabras en la acepción que les es más tangencial y, por consiguiente, en su sentido más ambiguo» [2].
Conrad llegó a lamentarse de no haberse convertido en un novelista francés —sus autores predilectos eran Flaubert y Maupassant— pues la lengua inglesa se le antojaba escasamente dúctil y sus palabras eran para él de una rara polisemia: «Piense en una palabra como oaken: no significa simplemente«madera de roble», o «hecho de madera de roble»: alude también a una cualidad moral, la entereza, e incluso a una puerta exterior».
Gaspar Ruiz se escribió entre 1904 y 1905, al poco de que Conrad diera fin a Nostromo. Se publicó inicialmente en la Strand Magazine en 1906 y un par de años más tarde se incluyó en el volumen titulado A Set of Six, una colección en la que Conrad publicó seis narraciones que habían visto la luz en diversas publicaciones periódicas.
Se han añadido unas breves notas que aclaran las menciones a personajes y acontecimientos históricos, así como el uso de algunos americanismos que posiblemente resulten de difícil comprensión para el lector español.
[1] Los versos de Spenser fueron grabados en la lápida de Conrad:
El sueño tras los afanes,
El puerto tras los mares tormentosos,
la paz tras la guerra,
la muerte tras la vida
harto agradan.
[2] Joseph Conrad, El espejo del mar, trad. de Javier Marías, Hiperión, Madrid, 1981, p. 14.
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